Discurso poético-histórico-inmoral de Jorge Vega “Veguita” leído en la Biblioteca Nacional del Perú, el martes 15 de septiembre del 2009. Veguita es un eximio vendedor de libros, esgrimista de la palabra, amante de la buena comida, del mar de La Herradura y de los buenos licores, poseedor de una virtuosa memoria y de una altísima cultura. Legendario e incorregible putañero: parroquiano, caserito, camote y marido de un sinnúmero de mariposas nocturnas desde los 1950.
Gracias, amigo.
Querido público:
Hablaremos esta noche, en un lugar tan serio como vetusto, de un tema aparentemente divertido. El de las mujeres alegres.
Para mí esto es una gozosa paradoja.
Puedo decirles sin rubor, que el libro que nos congrega está ligado in extremis a mi vida.
Roberto Prieto, joven arquitecto, ha logrado, con inusitado instinto investigatorio, descifrar y mostrarnos las telarañas prostibularias que cubrían nuestra ciudad.
Y me consta su veracidad por que yo he sido parroquiano e inquilino de muchos de los lugares descritos.
Prieto, es ya, con la salvedad del caso, el Menéndez Pelayo del mundo burdelero limeño, con minucias informativas dignas de Ricardo Palma, por el color de lo narrado que la acerca a las Tradiciones en Salsa Verde.
Es increíble la vasta información, la singular documentación y los testimonios gráficos conseguidos con tesón y singular olfato histórico.
Una Lima subterránea y roja ha sido redescubierta por él.
Todo un mundo de damas galante sepultado por la historia oficial revive sus páginas, demostrando la doble moral de nuestra añeja Lima, llena de complejos y cucufaterías para la exhibición.
El Marques de la Rochefoucauld, en sus máximas sentencias dijo alguna vez “no hay mujer honrada que en el fondo no envidie a la que no lo es”…
Ello me consta por que he sido un asiduo prostibulario y he visto la felicidad y la alegría en que vivían.
García Márquez habla de las putas tristes…son tristes cuando envejecen. La edad es un límite para muchas profesiones y puede decirse que una puta vieja es una caricatura, como un galán senil, un payaso con reuma.
El leer el libro ha suscitado en mí un raro milagro. He vuelto a escuchar memorables rumbas y boleros escapados de viejas radiolas, he visto nuevamente el cielo ceniciento de nubes cigarreras, he oído el choque de vasos contra vasos, el destapar de botellas, el chirriar de viejos catres, innumerables carcajadas…he visto rostros juveniles de amigos que ahora son rancios y morales…he vislumbrado también, y con reproches, los amaneceres, que como en los cuentos, rompían los encantos de la diversión.
Ventura García Calderón, nuestro gran literato decía que “el día tiene doce horas pero la noche era infinita”. Y en esa nocturnidad vivíamos algunos limeños que detestábamos al Sol, con esas princesas nocturnas que eran nuestras vírgenes de alquiler e intercambiábamos diálogos intrascendentes, amores no duraderos y tiernas embriagueces.
Este libro me ha puesto confesional por que reverdece los continuos años que navegué en sus deliciosas aguas y puedo decir sin pudor que he vivido el olor a putería como otros prefieren el olor de santidad. He creído siempre que carecer de pecados es un delito de lesa humanidad y que todo hombre de bien debe de rodearse de Marías Magdalenas, por que a la primigenia, Jesús la perdonó por haber amado mucho.
Las páginas del libro me han retrotraído a la memoria a Huatica, a México, al Trocadero, al Cinco y Medio y a un centenar más de burdeles en los que agotaba mis noches y mi sed infinita de licores.
Declaro que el arquitecto Prieto me ha hecho soñar con los paraísos perdidos de los sexos pagados, los labios con sabor a licor y a cigarros… También los angustiantes despertares con resacas y restos de licor surgían ceviches y parihuelas.
Hay un juramento popular: jurar por San Puta, que es un homenaje similar al Puta Madre. Expresiones en boca de todos que sinceran un tributo al viejo oficio.
En lo personal confieso que soy un ateo que ha ejercido el papel de parroquiano con el fervor de un creyente y con tanta devoción que he diseñado mi futuro epitafio:
Comerán los gusanos lo que dejaron las polillas.
Como Federico More, puedo decir que “todos los dineros que he ganado en mi vida han sido para ellas”. Es que he vivido oscilando entre el placer de la embriaguez y la embriaguez del placer.
Este loable libro reverdece un mundo que sigue existiendo, pero ya sin la magia y elegancia del pasado. Antes la prostitución era un jolgorio, hoy no pasa de ser una comida al paso, chatarrera, rápida y sin sabor.
Como severo miembro sobreviviente de la orden putañera, doy fe que el libro que nos reúne es la descripción mas veraz y fidedigna del mundo suburbial y alegre en que placenteramente moré. Es un libro de añoranzas y hasta desprende aromas de nuestras nativas lozanas andaluzas.
Post Scriptum:
A mi amigo, el arquitecto, le sugerí una cómica perversidad. Le insinué poner como subtítulo del libro: "Genealogía de algunas familias limeñas”.
Prieto es solo un buen hombre que se negó por que solo estudia a las malas mujeres.
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