EL RECONOCIDO SOCIÓLOGO Y PROFESOR UNIVERSITARIO DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ, GONZALO PORTOCARRERO, PRESENTÓ MI LIBRO.
LA UNICA DIFERENCIA DE EL TEXTO QUE MAS ABAJO PUBLICO CON EL TEXTO EXPUESTO EN SU BLOG DESDE EL AÑO 2007, ES QUE ANTES MI PROYECTO DE LIBRO LO LLAMÉ "LAS CASAS MAL DE LAS NIÑAS BIEN" (ASI SALE EN EL BLOG DE GONZALO). SIN EMBARGO, FINALMENTE QUEDÓ COMO "GUIA SECRETA: BARRIOS ROJOS Y CASAS DE PROSTITUCIÓN EN LA HISTORIA DE LIMA".
ACA VAN LAS PALABRAS QUE ME DEDICÓ.
GRACIAS GONZALO.
Presentación
Las primeras palabras no pueden ser sino de felicitación y agradecimiento al autor. En su libro, Guía Secreta, Roberto Prieto abre a la reflexión todo un continente. Me refiero a la historia de la prostitución. Una problemática que, como sociedad, simplemente no queremos encarar. En todo caso la hemos atisbado a través de reportajes y crónicas que convocan a nuestra (mal)sana curiosidad. Pero con este libro es la primera vez que estamos frente a un panorama amplio y documentado. Son muchas las razones del silencio que ahora se rompe. Sin pretender agotarlas puede aventurarse que para algunos el tema es irrelevante. Y que para otros es embarazoso. No obstante, en realidad, se trata de un aspecto clave para comprender nuestro mundo social. Y que puede ser trabajado con seriedad, tal como lo demuestra el autor.
La prostitución es el intercambio de dinero por servicios sexuales. Mucho de la historia de la sexualidad, ha pasado, y sigue pasando por la prostitución. Especialmente a partir del crecimiento de las ciudades y la expansión del mercado. Ahora bien, la prostitución implica una relación de género. El varón suele ser el prostituyente y la mujer la prostituta. En todo caso estamos ante una forma de organización de la sexualidad que debe entenderse en el contexto del patriarcado, del sistema social definido por la dominación masculina. Un sistema social que sobre estimula la sexualidad en el hombre y la desestimula en la mujer. Entonces, en este contexto, el hombre necesita lo que solo la mujer puede darle. Ocurre que el hombre es educado para disociar lo sexual de lo afectivo, mientras que a la mujer se le exige vincular ambas dimensiones. De no hacerlo se degrada. Más aún, si vende sus servicios.
La prostitución suele ser considerada como un “mal necesario”. Una realidad inevitable que siempre debe ser condenada pero frente a la cual, desde el poder, habría solo dos posturas: la reglamentación o la “vista gorda”; dejar que sean los propios actores los que organicen el comercio sexual. En el Perú se ha oscilado entre ambas posiciones sin que haya habido un debate a fondo sobre el tema. En todo caso la condición de la prostituta ha sido muy vulnerable. Explotada por rufianes o cafichos, o los dueños de los prostíbulos. O usada como objeto por los clientes.
Pero uno de los grandes méritos de Roberto Prieto es evitar las simplificaciones. El contrato sobre el que se basa la venta de los servicios sexuales es muy preciso. En realidad, el autor distingue diversas clases de prostitución. En primer lugar la que caracteriza a los prostíbulos que operan como fábricas de satisfacción de un deseo que se reduce a la penetración y rápida eyaculación. Aún así los precios varían según el grado de desnudez de la prostituta y el tipo de servicio ofrecido. Pero la norma es veinte minutos o aún menos. En segundo lugar, la propia de las “casas de tolerancia” o “burdeles”. En este caso hay espacio para el baile y hasta para un simulacro de relación. Todo lo cual implica, desde luego, un mayor precio. Ni que decir que la primera clase es sobre todo para el mundo popular y la segunda para la gente con mayores recursos.
La perspectiva de Roberto Prieto es la de un urbanista. Su mirada se centra en la ubicación espacial de los prostíbulos y en las características de las edificaciones donde se ejerce el comercio sexual. Hay momentos en los que los locales se concentran en ciertas áreas de la ciudad (Jirón Huatica, Avda. Méjico, Avda. Centenario) y otros períodos donde predomina un patrón disperso. La edificación que predomina es una suerte de “corralón”. Un patio largo, o callejón, rodeado de pequeños cuartos. Pese al afán reglamentarista las condiciones son deplorables.
Pero el libro va mucho más allá pues, siguiendo la curiosidad de su autor, recoge una gran cantidad de información de una diversidad de fuentes. Su exploración ha sido vasta: archivos, periódicos, revistas, novelas, testimonios. Esta variedad le permite ir mucho más allá de la perspectiva del urbanista. Podemos saber, por ejemplo, cuantas prostitutas había en Lima en 1916, qué edad tenían, cuál era su raza y estado civil, cuál su nivel educativo y condición de salud. En el cuadro respectivo hay una casilla que llama la atención. Me refiero a la situación de “retirada”. Esta calificación hace presumir que para la época nunca se deja de ser prostituta. Es como si la bajeza del oficio se apoderara tan totalmente de la persona que no hubiera posibilidad de desprenderse del estigma o condición infamante.
Pero además de los datos, y del análisis de los intentos de legislar la prostitución, Roberto Prieto nos ofrece testimonios de primera mano sobre los prostíbulos entre los años 40 y 80 del siglo XX. Las “casas de tolerancia” son espacios donde florece la música. Es allí donde, por primera vez en el Perú, se escucha la música salsa. En el ambiente de los burdeles surgen íconos y leyendas. Mujeres tan bellas que son deseadas por lo más graneado del periodismo y la bohemia limeña.
Todo el trabajo de reconstrucción histórica del autor está acompañado de fotos, mapas y planos; imágenes que representan un indispensable complemento visual. Observando las fotos todo se vuelve más claro y contundente.
El esfuerzo prodigo de Roberto Prieto tiene el más valedero de los sustentos: el entusiasmo por documentar una realidad, por construir una memoria a punto de perderse. Y todo ello sin recursos, ni financiamientos. Solo la vocación pura hace que salve del olvido historias que tienen mucho que decirnos pues es una gran verdad esa que afirma que el nivel de civilización de una sociedad se mide por la manera en que trata a sus miembros más vulnerables. Entonces es todo el Perú el que está puesto en tela de juicio. Está visto que la modernización de inicios del siglo XX radicalizó el machismo y su correlato necesario: la cosificación de la mujer. Como se dice en un testimonio: “era demasiado bella (y tendríamos que añadir pobre) para ser buena”. Mucho más tarde, a fines del mismo siglo, la situación cambia radicalmente. La liberación de la sexualidad femenina es la base de la proliferación de hostales. Proceso estudiado por Pedro Pablo Ccopa en su libro Eros liberado.
En realidad la obra de Roberto Prieto es una necesaria incitación que reclama ser continuada. Toca a los lectores hacer el balance y quizá alguno se anime a proseguir este camino tan prometedoramente abierto…
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