lunes, 21 de septiembre de 2009

Presentación del libro "Guia Secreta..." por Jorge Vega "Veguita"

Discurso poético-histórico-inmoral de Jorge Vega “Veguita” leído en la Biblioteca Nacional del Perú, el martes 15 de septiembre del 2009. Veguita es un eximio vendedor de libros, esgrimista de la palabra, amante de la buena comida, del mar de La Herradura y de los buenos licores, poseedor de una virtuosa memoria y de una altísima cultura. Legendario e incorregible putañero: parroquiano, caserito, camote y marido de un sinnúmero de mariposas nocturnas desde los 1950.
Gracias, amigo.



Querido público:

Hablaremos esta noche, en un lugar tan serio como vetusto, de un tema aparentemente divertido. El de las mujeres alegres.
Para mí esto es una gozosa paradoja.

Puedo decirles sin rubor, que el libro que nos congrega está ligado in extremis a mi vida.

Roberto Prieto, joven arquitecto, ha logrado, con inusitado instinto investigatorio, descifrar y mostrarnos las telarañas prostibularias que cubrían nuestra ciudad.
Y me consta su veracidad por que yo he sido parroquiano e inquilino de muchos de los lugares descritos.

Prieto, es ya, con la salvedad del caso, el Menéndez Pelayo del mundo burdelero limeño, con minucias informativas dignas de Ricardo Palma, por el color de lo narrado que la acerca a las Tradiciones en Salsa Verde.

Es increíble la vasta información, la singular documentación y los testimonios gráficos conseguidos con tesón y singular olfato histórico.

Una Lima subterránea y roja ha sido redescubierta por él.

Todo un mundo de damas galante sepultado por la historia oficial revive sus páginas, demostrando la doble moral de nuestra añeja Lima, llena de complejos y cucufaterías para la exhibición.

El Marques de la Rochefoucauld, en sus máximas sentencias dijo alguna vez “no hay mujer honrada que en el fondo no envidie a la que no lo es”…
Ello me consta por que he sido un asiduo prostibulario y he visto la felicidad y la alegría en que vivían.

García Márquez habla de las putas tristes…son tristes cuando envejecen. La edad es un límite para muchas profesiones y puede decirse que una puta vieja es una caricatura, como un galán senil, un payaso con reuma.

El leer el libro ha suscitado en mí un raro milagro. He vuelto a escuchar memorables rumbas y boleros escapados de viejas radiolas, he visto nuevamente el cielo ceniciento de nubes cigarreras, he oído el choque de vasos contra vasos, el destapar de botellas, el chirriar de viejos catres, innumerables carcajadas…he visto rostros juveniles de amigos que ahora son rancios y morales…he vislumbrado también, y con reproches, los amaneceres, que como en los cuentos, rompían los encantos de la diversión.

Ventura García Calderón, nuestro gran literato decía que “el día tiene doce horas pero la noche era infinita”. Y en esa nocturnidad vivíamos algunos limeños que detestábamos al Sol, con esas princesas nocturnas que eran nuestras vírgenes de alquiler e intercambiábamos diálogos intrascendentes, amores no duraderos y tiernas embriagueces.

Este libro me ha puesto confesional por que reverdece los continuos años que navegué en sus deliciosas aguas y puedo decir sin pudor que he vivido el olor a putería como otros prefieren el olor de santidad. He creído siempre que carecer de pecados es un delito de lesa humanidad y que todo hombre de bien debe de rodearse de Marías Magdalenas, por que a la primigenia, Jesús la perdonó por haber amado mucho.

Las páginas del libro me han retrotraído a la memoria a Huatica, a México, al Trocadero, al Cinco y Medio y a un centenar más de burdeles en los que agotaba mis noches y mi sed infinita de licores.

Declaro que el arquitecto Prieto me ha hecho soñar con los paraísos perdidos de los sexos pagados, los labios con sabor a licor y a cigarros… También los angustiantes despertares con resacas y restos de licor surgían ceviches y parihuelas.

Hay un juramento popular: jurar por San Puta, que es un homenaje similar al Puta Madre. Expresiones en boca de todos que sinceran un tributo al viejo oficio.

En lo personal confieso que soy un ateo que ha ejercido el papel de parroquiano con el fervor de un creyente y con tanta devoción que he diseñado mi futuro epitafio:
Comerán los gusanos lo que dejaron las polillas.

Como Federico More, puedo decir que “todos los dineros que he ganado en mi vida han sido para ellas”. Es que he vivido oscilando entre el placer de la embriaguez y la embriaguez del placer.

Este loable libro reverdece un mundo que sigue existiendo, pero ya sin la magia y elegancia del pasado. Antes la prostitución era un jolgorio, hoy no pasa de ser una comida al paso, chatarrera, rápida y sin sabor.

Como severo miembro sobreviviente de la orden putañera, doy fe que el libro que nos reúne es la descripción mas veraz y fidedigna del mundo suburbial y alegre en que placenteramente moré. Es un libro de añoranzas y hasta desprende aromas de nuestras nativas lozanas andaluzas.


Post Scriptum:
A mi amigo, el arquitecto, le sugerí una cómica perversidad. Le insinué poner como subtítulo del libro: "Genealogía de algunas familias limeñas”.
Prieto es solo un buen hombre que se negó por que solo estudia a las malas mujeres.

Presentación del libro "Guia Secreta...", por Gonzalo Portocarrero

EL RECONOCIDO SOCIÓLOGO Y PROFESOR UNIVERSITARIO DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ, GONZALO PORTOCARRERO, PRESENTÓ MI LIBRO.
LA UNICA DIFERENCIA DE EL TEXTO QUE MAS ABAJO PUBLICO CON EL TEXTO EXPUESTO EN SU BLOG DESDE EL AÑO 2007, ES QUE ANTES MI PROYECTO DE LIBRO LO LLAMÉ "LAS CASAS MAL DE LAS NIÑAS BIEN" (ASI SALE EN EL BLOG DE GONZALO). SIN EMBARGO, FINALMENTE QUEDÓ COMO "GUIA SECRETA: BARRIOS ROJOS Y CASAS DE PROSTITUCIÓN EN LA HISTORIA DE LIMA".
ACA VAN LAS PALABRAS QUE ME DEDICÓ.
GRACIAS GONZALO.


Presentación
Las primeras palabras no pueden ser sino de felicitación y agradecimiento al autor. En su libro, Guía Secreta, Roberto Prieto abre a la reflexión todo un continente. Me refiero a la historia de la prostitución. Una problemática que, como sociedad, simplemente no queremos encarar. En todo caso la hemos atisbado a través de reportajes y crónicas que convocan a nuestra (mal)sana curiosidad. Pero con este libro es la primera vez que estamos frente a un panorama amplio y documentado. Son muchas las razones del silencio que ahora se rompe. Sin pretender agotarlas puede aventurarse que para algunos el tema es irrelevante. Y que para otros es embarazoso. No obstante, en realidad, se trata de un aspecto clave para comprender nuestro mundo social. Y que puede ser trabajado con seriedad, tal como lo demuestra el autor.
La prostitución es el intercambio de dinero por servicios sexuales. Mucho de la historia de la sexualidad, ha pasado, y sigue pasando por la prostitución. Especialmente a partir del crecimiento de las ciudades y la expansión del mercado. Ahora bien, la prostitución implica una relación de género. El varón suele ser el prostituyente y la mujer la prostituta. En todo caso estamos ante una forma de organización de la sexualidad que debe entenderse en el contexto del patriarcado, del sistema social definido por la dominación masculina. Un sistema social que sobre estimula la sexualidad en el hombre y la desestimula en la mujer. Entonces, en este contexto, el hombre necesita lo que solo la mujer puede darle. Ocurre que el hombre es educado para disociar lo sexual de lo afectivo, mientras que a la mujer se le exige vincular ambas dimensiones. De no hacerlo se degrada. Más aún, si vende sus servicios.
La prostitución suele ser considerada como un “mal necesario”. Una realidad inevitable que siempre debe ser condenada pero frente a la cual, desde el poder, habría solo dos posturas: la reglamentación o la “vista gorda”; dejar que sean los propios actores los que organicen el comercio sexual. En el Perú se ha oscilado entre ambas posiciones sin que haya habido un debate a fondo sobre el tema. En todo caso la condición de la prostituta ha sido muy vulnerable. Explotada por rufianes o cafichos, o los dueños de los prostíbulos. O usada como objeto por los clientes.
Pero uno de los grandes méritos de Roberto Prieto es evitar las simplificaciones. El contrato sobre el que se basa la venta de los servicios sexuales es muy preciso. En realidad, el autor distingue diversas clases de prostitución. En primer lugar la que caracteriza a los prostíbulos que operan como fábricas de satisfacción de un deseo que se reduce a la penetración y rápida eyaculación. Aún así los precios varían según el grado de desnudez de la prostituta y el tipo de servicio ofrecido. Pero la norma es veinte minutos o aún menos. En segundo lugar, la propia de las “casas de tolerancia” o “burdeles”. En este caso hay espacio para el baile y hasta para un simulacro de relación. Todo lo cual implica, desde luego, un mayor precio. Ni que decir que la primera clase es sobre todo para el mundo popular y la segunda para la gente con mayores recursos.
La perspectiva de Roberto Prieto es la de un urbanista. Su mirada se centra en la ubicación espacial de los prostíbulos y en las características de las edificaciones donde se ejerce el comercio sexual. Hay momentos en los que los locales se concentran en ciertas áreas de la ciudad (Jirón Huatica, Avda. Méjico, Avda. Centenario) y otros períodos donde predomina un patrón disperso. La edificación que predomina es una suerte de “corralón”. Un patio largo, o callejón, rodeado de pequeños cuartos. Pese al afán reglamentarista las condiciones son deplorables.
Pero el libro va mucho más allá pues, siguiendo la curiosidad de su autor, recoge una gran cantidad de información de una diversidad de fuentes. Su exploración ha sido vasta: archivos, periódicos, revistas, novelas, testimonios. Esta variedad le permite ir mucho más allá de la perspectiva del urbanista. Podemos saber, por ejemplo, cuantas prostitutas había en Lima en 1916, qué edad tenían, cuál era su raza y estado civil, cuál su nivel educativo y condición de salud. En el cuadro respectivo hay una casilla que llama la atención. Me refiero a la situación de “retirada”. Esta calificación hace presumir que para la época nunca se deja de ser prostituta. Es como si la bajeza del oficio se apoderara tan totalmente de la persona que no hubiera posibilidad de desprenderse del estigma o condición infamante.
Pero además de los datos, y del análisis de los intentos de legislar la prostitución, Roberto Prieto nos ofrece testimonios de primera mano sobre los prostíbulos entre los años 40 y 80 del siglo XX. Las “casas de tolerancia” son espacios donde florece la música. Es allí donde, por primera vez en el Perú, se escucha la música salsa. En el ambiente de los burdeles surgen íconos y leyendas. Mujeres tan bellas que son deseadas por lo más graneado del periodismo y la bohemia limeña.
Todo el trabajo de reconstrucción histórica del autor está acompañado de fotos, mapas y planos; imágenes que representan un indispensable complemento visual. Observando las fotos todo se vuelve más claro y contundente.
El esfuerzo prodigo de Roberto Prieto tiene el más valedero de los sustentos: el entusiasmo por documentar una realidad, por construir una memoria a punto de perderse. Y todo ello sin recursos, ni financiamientos. Solo la vocación pura hace que salve del olvido historias que tienen mucho que decirnos pues es una gran verdad esa que afirma que el nivel de civilización de una sociedad se mide por la manera en que trata a sus miembros más vulnerables. Entonces es todo el Perú el que está puesto en tela de juicio. Está visto que la modernización de inicios del siglo XX radicalizó el machismo y su correlato necesario: la cosificación de la mujer. Como se dice en un testimonio: “era demasiado bella (y tendríamos que añadir pobre) para ser buena”. Mucho más tarde, a fines del mismo siglo, la situación cambia radicalmente. La liberación de la sexualidad femenina es la base de la proliferación de hostales. Proceso estudiado por Pedro Pablo Ccopa en su libro Eros liberado.
En realidad la obra de Roberto Prieto es una necesaria incitación que reclama ser continuada. Toca a los lectores hacer el balance y quizá alguno se anime a proseguir este camino tan prometedoramente abierto…