jueves, 7 de enero de 2010

Introducción del libro Guia Secreta



Conductas sospechosas, gestos de extrañeza, atenciones hipócritas, caras de nostalgia, sonrisas nerviosas, actitudes de sorpresa o poses orgullosas: eso me mostraron la mayoría de mis interlocutores cuando les mencionaba el tema. También estaban los que, luego de la impresión inicial, denotaban cierta naturalidad en su conversación, aunque eran muy pocos.


Siempre me venía la idea que algunas de estas acciones representaban los típicos rasgos limeños, esos de la doble moral, aunque todas confirmaban que el tema genera fácilmente una atmósfera inusual.

Más allá de estar en total oposición a la prostitución explotadora, la cual es un medio de vida miserable y apoyar en principio (si es que es irremediable) el cumplimiento de todos los derechos de las trabajadoras y estimular la creación de deberes para los clientes , quise sumergirme en esa realidad generalmente injusta, siempre misteriosa y a la vez popular, fantasiosa y sexualizada, para conocerla por dentro y mostrar así una historia que muchos han callado o no pueden ver.

En esta historia, influenciada por la obra de Michael Foucault, traté de mostrar de alguna forma y a partir de distintas épocas, la aplicación de técnicas de exclusión y/o encerramiento en la ciudad hacia los espacios dedicados al placer.

Tomando como base los postulados de Kevin Lynch, analicé el uso del espacio urbano y arquitectónico, estableciendo el significado y la imagen que tuvieron los usuarios de aquel lugar. Es por eso que basé esencialmente mi observación en elementos geográficos y arquitectónicos como los límites, hitos, barrios, nodos y sendas.

Los materiales de construcción, dimensiones de ambientes, forma de plantas, tipología de fachadas, decoraciones, mobiliario, etc., de las casas de prostitución, me sirvieron para graficar la mentalidad de cada época.

Las anécdotas reunidas, la música tocada, los personajes evocados y otros testimonios con gran carga humana no solo confirmaron mucho de lo que estaba sustentado técnicamente en los diversos informes, sino que le dieron otro punto de vista a la historia, menos técnico y más cotidiano, delirante, novelesco, fraternal, heroico.

El tiempo de investigación se alargó más de lo esperado debido a que la mayoría de los datos solo se conservan en la tradición oral (si bien muchos de sus intérpretes ya no nos acompañan más), al difícil acceso a la información por la inseguridad o inexistencia de las zonas, a los reparos que tenía la gente involucrada y especialmente a la anodina información encontrada, ya que los sucesos acaecidos casi nunca han sido registrados en documentos: el último texto que se vincula con lo que quería se publicó hace casi un siglo y solo abarcó lo sucedido en veinte años.

Todo este documento trata de armonizar calles y personajes, mobiliario y técnicas de exclusión, planos y anécdotas, metros cuadrados y castas sociales, fachadas y fiestas, reglamentos y coqueteos, etc., para mostrar así una radiografía del establecimiento prostitucional limeño.


Citando a Lujo Bassermann diré que en lugar de recopilar obscenidades y gritar qué horrible es todo esto, he prescindido de ellas y desestimado el dedo índice de los moralistas, ignorando hechos escandalosamente “amarillos” y/o machistas -los que más abundan para este tema- pero también rechazando la visión de la prostituta solamente como víctima.

Es inimaginable pensar la existencia histórica en nuestra Lima de establecimientos de distensión sexual femenina tal como la casa de prostitución lo significó para la masculinidad. Desde su fundación en 1535 los varones generalmente los usaron como sitios de simple ludismo, desfogue sexual o propia desfloración, y muchas mujeres, sin quererlo, los ocuparon como lugar de desagradable trabajo, enclaustramiento y hasta explotación.

De la aglomeración de burdeles, prostíbulos, casas de citas, etc., se formaron nuestros conocidos barrios rojos, que también fueron ignorados, mirados de reojo, aislados, castigados por los gobernantes de turno pero nunca analizados ni tratados seriamente. Al inicio ocuparon el puerto del Callao o lugares alejados, fuera de las murallas, como los barrios de indios o de negros. A finales del XIX e inicios del XX, luego de la destrucción de las murallas, sin ninguna disposición adecuada que se preocupe de estos, se dispersaron por toda la ciudad.

Desde 1928 y por casi cincuenta años fueron aglutinados por las autoridades en los confines urbanos. Sin embargo, en los últimos treinta años de ese mismo siglo, debido al inusitado crecimiento demográfico, a la inadecuada y a veces inexistente política de las autoridades y a iniciativas privadas mucho mas elaboradas, empezaron a consolidarse como apreciables hechos arquitectónicos o urbanos.

En estos últimos tres o cuatro lustros la sexualidad se transformó y liberó de varios tabúes. Hoy se percibe frenética y hasta desordenada, llegando a un polinuclear erotismo urbano, el cual se materializa en innumerables y efímeros hostales o night clubs que han hecho olvidar al tradicional barrio rojo o a la legendaria casa de prostitución como los elementos más importantes y controvertidos del imaginario carnal limeño.

El presente libro pretende mostrar la formación, crecimiento y extinción de las más importantes infraestructuras del placer sexual en nuestra metrópoli así como la transformación de su uso por el vulgo. Si tiene como hilo conductor al análisis urbano y arquitectónico también proporciona otras diferentes lecturas que le han tratado de dar una mayor dimensión social.

La Floral (México), Botoneros, El Trocadero y El Botecito


La linea roja indica la zona antigua donde funcionó el barrio rojo
de La Victoria (1956-1966) hacia las cuadras finales de la avenida México.
En aquella época esa zona significaba un extramuro de la ciudad.



Desde el siglo XVII han sido comentadas por diversos autores
las características de las mujeres que trabajaban en el Portal de Botoneros.



Antigua entrada al Trocadero.



El Botecito.

La mujer de un hombre (Charles Bukowski 1920-1994)

Aplastante y desafiante texto del frágil y adolorido viejo indecente.



El sueño de un hombre
es una puta con un diente de oro
y portaligas,
perfumada
con pestañas postizas
maquillaje
aros
bombacha* rosa
aliento a salame**
tacos altos
largas medias con un punto
ligeramente corrido detrás de la
pierna izquierda,
un poquito gorda,
un poquito borracha,
un poquito tonta y un poquito loca,
que no diga chistes verdes
y que tenga 3 verrugas en la espalda
y que finja disfrutar la música clásica
y que se quede una semana
sólo una semana
y que lave los platos y cocine y te coja y te la chupe
y que barra el piso de la cocina
y que no muestre ninguna foto de sus hijos
o hable de su ex-marido o marido
o de dónde fue a la escuela o dónde nació
o porque estuvo en la cárcel la última vez
o de quién está enamorada,

que se quede una semana
sólo una semana

y haga lo que tenga que hacer
y se vaya y nunca
vuelva


olvidándose un aro
en la mesa de luz


* bombacha=calzón.
** salame=embutido.