martes, 2 de febrero de 2010

Lima no es un burdel

En un burdel existe un severo orden preestablecido. Se cumplen reglas. Cada noche se pone en marcha un juego que se ha planeado con anterioridad (especie de game en vez de play). Todos se pueden mezclar con todos, no se discrimina. Nadie (o  casi nadie) putea a un burdel. Sería estúpido. Un lenocinio no es tan grande como para pasar en el anonimato, además uno se desnuda, muestra su intimidad. El burdel puede ser una ficción de fárrago, puede tener exabruptos pero prima la contundente y cruda realidad.

Lima marea.

A continuación muestro parte de una entrevista a Augusto Ortiz de Zevallos (especie de gurú en temas urbanos de Lima):

"Vemos a Lima como un mal necesario. Hay una relación con Lima de amor-odio, y progresivamente más desapasionada, cada vez más anónima, menos emotiva.
Hay una relación achorada, maldita, con la ciudad.
Y, paradójicamente, en una elección municipal casi no se habla de ella. Se aprovecha políticamente esta apatía, esta confusión, este no entenderla, para ganar sin ofrecer nada, sin tener una idea, un proyecto. No sé cuándo empieza la tragedia. Es como la pregunta «cuándo se jodió el Perú».

La Lima idealizada se queda en los años cuarenta y cincuenta, pero nunca fue muy verdad. Lima siempre fue varias ciudades. Se funda una ciudad española que tenía una reducción de indios en El Cercado, un arrabal con negros camaroneros marginales y periféricos en El Rímac, con leprosos y asilos. Progresivamente eso cambia y Lima tiene trozos elegantes de ciudad, las alamedas, la plaza de toros, y luego vuelve a deteriorarse.

Nunca fue una ciudad muy homogénea. Fue una ciudad desigual, fracturada, dual. Pero eso se resolvía mejor, se disimulaba mejor o se vivía mejor. Había menos evidencias de esa dualidad o fracturación. En los cincuenta las invasiones empiezan a crecer, la ciudad va informalizándose.
Al final, la ciudad es un caleidoscopio de modos de vivirla. Es diferente vivir en un arenal, en la periferia, en un cerro, que vivir en una ciudad donde se puede vivir tan elegante, costosa y lujosamente como Lima a no muchos metros uno del otro.

Lima es demasiadas cosas y es una ciudad sin mapa entendido. La gente la usa y ve cómo resuelve en ella su cotidianidad, pero no la entiende.
Incluso el propio gobierno es bastante absurdo: 42 piezas de un rompecabezas que nadie sabe armar y que no significan mayor cosa. Los distritos significan muy poco, nadie sabe qué son los regidores, no representan territorios tangibles, y las competencias y responsabilidades están absolutamente perdidas en el espacio. Los concejos han perdido validez porque los regidores no deciden nada. Es un cargo más florero, de adorno, que de miembro de un comité de decisiones. Quizá tenemos la ciudad que merecemos, así como tenemos el fútbol que merecemos. Hace cincuenta años que se escribió Lima la horrible, ¿cuál sería el adjetivo hoy?"

Fuente: Revista Quehacer Nro. 162 / Set.. – Oct. 2006 / http://www.desco.org.pe/quehacer-todas.shtml?x=755

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